martes, 1 de diciembre de 2009

Atada de manos


Atada, amordazada y enjaulada. Bonito, ¿no?
Pareciera que me puedo mover libremente la mayoría de las veces, pero es porque a veces mi correa se estira. Pero él siempre la acorta cuando considera que he ido demasiado lejos. La acorta hasta dejarme de nuevo en el estado original...
Me acerqué a saludarlo, como siempre. Por muy enojada que yo esté, nunca, nunca he rechazado una tregua como aquélla.
"Ni me saludes", murmuró sin apatar la vista de la televisión.
Supe que no la estaba mirando, sólo fingía hacerlo. Emprendí la retirada hacia mi habitación. Esa es siempre mi postura: emprender la retirada con las causas perdidas. Mi papá es una de ellas.
"Tu libertad es tuya", siempre dice, "Úsala bien o la perderás", es la segunda condición, siempre agregada al final, cuando creo que me saldré con la mía. Es una sutil forma de decir "Yo decido hasta dónde llegas, no intentes sobrepasarte".