martes, 26 de abril de 2011

La desolación permanece

(Ne avertas oculos a fulgure huius sideris)

Siempre fuiste eterna para mí, incluso cuando te marchaste en esa odisea inquietante y no volviste más. Te tragó la tempestad en ultramar- eso fue lo que Fabián nos dijo a su solitario regreso. Él y yo nos convertimos en cómplices poco conciliables, traidores a tu cuerpo cotidiano y a tus excepcionales contradicciones. Te olvidamos (¿realmente lo hicimos, o fue sólo en sueños?). Nos sumergimos en una teatralidad real ensombrecida por delirios y paredes de melancolía.

¿Qué opciones teníamos? No podíamos más que aceptar la perversa sonrisa de burla del destino.

¿Qué nos quedaba? El próximo curso de tango que nunca llegaste a tomar por un desajuste en el itinerario de la vida.

Mi anárquico ángel, mi auténtico dolor del día a día.