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martes, 26 de abril de 2011

La desolación permanece

(Ne avertas oculos a fulgure huius sideris)

Siempre fuiste eterna para mí, incluso cuando te marchaste en esa odisea inquietante y no volviste más. Te tragó la tempestad en ultramar- eso fue lo que Fabián nos dijo a su solitario regreso. Él y yo nos convertimos en cómplices poco conciliables, traidores a tu cuerpo cotidiano y a tus excepcionales contradicciones. Te olvidamos (¿realmente lo hicimos, o fue sólo en sueños?). Nos sumergimos en una teatralidad real ensombrecida por delirios y paredes de melancolía.

¿Qué opciones teníamos? No podíamos más que aceptar la perversa sonrisa de burla del destino.

¿Qué nos quedaba? El próximo curso de tango que nunca llegaste a tomar por un desajuste en el itinerario de la vida.

Mi anárquico ángel, mi auténtico dolor del día a día.

domingo, 10 de octubre de 2010

Muero por ella

La llamé, lloré, la perseguí

Hasta que me olvidé de ella

De su voz, de su piel, de sus ojos de estrella

Y ella se olvidó de mí


La gravedad se encargó del resto

La sangre fluyó por mis brazos y mis manos

Uno, dos, ocho o nueve cortes, y él molesto

Y yo sólo buscando olvidarnos


Ella no quiere que esté sola en mi tumba

Pero tampoco busca acompañarme

Abandonada, sin ningún alarde

Y ella no escucha mi grito de ayuda

jueves, 1 de abril de 2010

The Dark side of the Moon

Ne avertas oculos a fulgure huius sideris si non vis obrui procellis.






By: Mirna Darkwater Dawson


"¡moscas carnívoras que hablan!"

domingo, 21 de marzo de 2010

Ella juega con las nubes


Ella tiene el poder de moldear el mundo a su antojo.
Sus caprichos traen el clima más adverso y la brisa más suave.
Ella sabe que puede afectar mi humor con un simple soplo, con una risa y lágrimas.
Ella es dueña del cielo y del mar, de las montañas, del paisaje urbano.
No por estar muerta tiene que ser pasiva y holgazana.
Creo que disfruta más jugar así que en vida.
La extraño.

martes, 26 de enero de 2010

Ellos dos (II)

La otra, reina de mis ojos
diosa del Olimpo que bajó para mí
su corazón complace a pocos
es risueña, sonriente, segura de sí

La mujer de mi vida
deslumbrante, orgullosa,
gloriosa, fuerte, mezquina,
con porte, figura asombrosa

Mi niña, criatura dorada
juguetona, infantil
compañera enamorada
de sonrisa floja, sutil


viernes, 12 de junio de 2009

Resentimiento


Hay algo extraño conmigo. No sé qué es... pero tiene qué ver con mi oscuro corazón y todo el resentimiento que encierra hacia dos personas o tres. Tal vez son más, pero son apenas un par las más importantes. Sí, definitivamente son más. No puedo evitar quedar siempre con algo más que decirles, que nunca digo por supuesto, que termina asentándose dentro de mí, alimentándose de mi miedo y de mi dolor como una bestia hambrienta... se convierte en un sentimiento negro, sin forma, pero peligroso... muy peligroso. Tal vez no para ellos; para mí misma.


He notado que la misma historia se ha repetido tres veces, ni más ni menos, con algunos detalles diferentes (escenarios, momentos, palabras), pero es básicamente lo mismo. Como dije antes, mis errores los repito hasta cansarme.


Ellos tres me han roto el corazón (pero ya voy por el cuarto, no se preocupen!). Y hay algo más: todo ha sido por mi entera y modesta culpa.


Como dicen: la tercera es la vencida.

La tercera (el tercero) me venció. Me venció estrepitosamente. Y ya no sé levantarme. Cuando por fin hayo soporte en mis rodillas y trato de empujarme con los brazos, aparece algo resbaloso en el suelo y caigo de nuevo. Sin algo a lo que asirme... sin nadie.

¿Qué diría ella si me oyera (leyera) pensar (escribir) así? Creo que ya no me diría nada. Le ha dejado de importar lo que pase o deje de pasar conmigo. Ella me está empujando contra el suelo, pisando y quebrando mis nudillos para que no vuelva a apoyarme en las manos nunca más.

Mi torpe caída está resultando ser fatal. Y ella se está preparando para dar el golpe de gracia. Lo sé. Lo siento.