domingo, 31 de julio de 2011

A veces escribo

¿Hay algo de tu cuerpo que no te guste?

¿Qué? ¿Tu nariz? ¿Tu espalda? ¿Tu peso?

Ahora imagínate lo que es odiarlo todo. Desde la forma en que tus caderas sostienen tus pantalones hasta la ligera curva que tu pecho provoca en tus camisetas. La forma de tus piernas, la complexión de tus brazos, la delgadez de tu cuello, la debilidad de tu espalda, ¡la manera en que tu corazón te duele, de una manera que nada tiene de poética! Haber nacido con un cuerpo de mujer.

Imagínate odiarlo todo. Que cada mañana al despertar el primer pensamiento que cruce por tu mente sea que odias cada centímetro cúbico de ese cuerpo curveado que hay debajo de las sábanas, atado a tu alma, impuesto a tu cerebro. Te pones capas y capas de ropa para que no se vea, te cortas todo el pelo, caminas distinto, actúas de acuerdo a lo que eres en tu cabeza, pero al final, debajo de todo eso, nada ha cambiado. Sigues teniendo todo eso que odias, arrastras un saco de huesos y músculos que no concuerda con lo que cada noche sueñas que eres. Los despertares siempre te son difíciles. Lloras. Lloras tanto, como si eso fuera a resolver algo. Pero no, no resuelve nada. Sigues estando atrapado ahí dentro.

Algunas cosas te permiten seguir viviendo, como cuando la gente te llama “joven” sin fijarse mucho en ti, dando por hecho que eres lo que te haces parecer (y ojalá así fuera). Algunas otras te llevan al suelo, como cuando alguien más interviene y “corrige” a la gente cuando se dirigen a ti con pronombres “incorrectos”.

¿Sabes lo que es intentar encajar en algún lado y no lograrlo? ¿No tener el valor para intentarlo del otro lado del espectro? Sigues entrando al baño de niñas, a los vestidores de mujeres, sigues comprando pantalones en la sección de damas porque tu mamá no ve con buenos ojos que parezcas tan atraído por la sección del otro extremo de las tiendas. Sientes un miedo paralizante con el solo pensamiento de que te puedan “descubrir” si entras a un baño de hombres, que alguien te mire, te reconozca como su amiga de secundaria o prepa y te pregunte si te has equivocado de baño. Sientes pánico al imaginar el escándalo que harían sacándote de los vestidores de hombres.

No se lo dices a tu novio/hombre/chico especial. Porque, ¿te querrían de la misma manera que creen quererte porque eres niña? Sientes que te verían con asco, con aversión. ¡No puedes pedirles que se etiqueten de homosexuales por verse atraídos por ti! No les puedes hacer eso. No. Prefieres que ellos anden con una mujer completa. Por eso los abandonas, haces que dejen de quererte y necesitarte. Se merecen a alguien completo, una linda niña que los pueda querer desde la cómoda posición femenina. Lo tuyo es demasiado complicado como para querer imponérselos. Están mejor sin ti, te convences. Pero no puedes vivir sin ellos. Oh, cómo los extrañas. Extrañas que te miren con devoción y te digan cuánto les gustas, cuánto te quieren, cuánto algunos de ellos te aman. Pero sientes que es una mentira, de tu parte, porque ellos no saben quién eres. Ni tú tampoco.

Por hacerles la vida cómoda a los demás tú sientes dolor. Dejas que te digan “amiga”, “mujer”, “Mirindy”. Dejas que cuando intentas desesperadamente decirles que hay algo que está mal contigo, te intenten tranquilizar asegurándote que eres toda una mujer, que sólo eres algo masculina y que eso está bien. Porque ellos piensan que buscas que reafirmen eso a lo que tanto le temes, eso que casi te destruye cada vez que lo escuchas. Les sonríes, asientes, agradeces. Y por dentro gritas. Y sigues gritando. Has gritado tanto que si tu voz interna tuviera una garganta física ésta ya estaría atrofiada.

A veces lanzas indirectas, se te escapa un poco de eso que intentas mantener a raya “para no incomodar a los demás”. Pero nadie parece (querer) entenderlas. Las pasan por alto, cambian el tema, dan un paso atrás y fingen que la virgen les habla. ¡Te dicen que es tu culpa! No crees poder soportar todo eso por mucho tiempo, pero lo haces de alguna manera.

Cuando no puedes llorar, buscas algo a qué hundirle las uñas. Tus brazos. Buscas qué desgarrar con tus dientes. Tus labios. Buscas qué deshacer a puños. Las paredes. Buscas un consuelo, una esperanza de que todo estará bien, tarde o temprano. Although today society may recognize me as a girl, eventually this will change, and my mind and my body will match up together, and it’s gonna be alright” se convierte en tu mantra. Lo repites hasta llorar. Porque necesitas creerlo, porque es lo único que te promete una especie de futuro que no puedes concebir de otra manera. Si no pensaras en ese futuro llegarías a la conclusión de que no vale la pena vivir otros sesenta años encerrado en este cuerpo. Mejor adelantar los trámites e irse temprano para evitar el tráfico. Mejor apresurarse a reencarnar en el cuerpo correcto. Sólo por eso sigues vivo.

No hay comentarios.: